La conocí
tambaleante,
una arcada tras
otra contra el blanco aséptico;
el movimiento errático
del hospital.
Caminamos el
otoño  que nos dejaba ir
como si nunca hubiésemos existido,
buscando un lugar
desconocido
donde reposar  nuestro olvido.
Y así pasaron los
meses y ella decía:
¡Busca cómo vivir! ¡Eres bueno en lo que haces!
Y yo no sabía en
qué era bueno, ni qué hacía;
no sabía nada más
allá de su sonrisa y
del viento en su vestido.
Le dije que venía
de muy lejos,
de un lugar
absurdo y tropical.
Le hablé de la
multiplicidad de los universos 
y  de las pompas de jabón, 
y de mi regreso.
Me miró con
asombro y apuntó
Lo innecesario de
esa complejidad.
Y se fue
y nunca más volví
a verla.
Retorné a mi universo.
con algo de
rencor,
con algo de
desazón,
Ahora estoy en  el mismo sitio;
con una parte de cama
y otra de techo.
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