Ahí van poetas que sin pala ni farol
renuncian a la furtividad de la noche
para atravesar las majestuosas montañas
y buscar
tonalidades en sus faldas.
A quienes el cielo no fastidia
porque ven en él sus ojos
y rehúsan a buscar moho fresco
en los huesos de los bardos fallecidos.
Ahí van poetas caminando erguidos
por pequeños caminos escarpados
descalzos y ávidos de púas
que germinen en su alma
El bramido de los
ciervos.
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