No entiende por qué el mundo habla de más,
ni por qué el fuego emana de sus labios,
eso la asusta,
ella viene del mar.
Le gustaría estar bajo el agua y no escuchar,
pero se asoma en tiempos de tormenta,
y es fuerte,
aunque no quiera.
Confundida.
Se pierde en mundos
submarinos,
añorando ciudades hundidas bajo el agua,
sus ojos se iluminan
y se apagan
y es fuerte,
como el destino de una flecha.
Quisiera que su cuerpo fuese un rio,
donde beban mariposas
y aves melancólicas,
que jueguen con su silencio y su sonrisa,
un poco luminoso, un poco oscuro.
Y yo sólo la veo y me pregunto
¿Cuán rápido se debe correr para llegar tan tarde?
¿Cuánto se debe gritar para emular al silencio?
Y aunque no hallo la respuesta,
pienso en una luna caprichosa,
mezcla de liebre y de
lluvia,
jugando y sonriendo con el agua,
trayéndola un poco hacía acá,
llevándola un poco hacía allá.
Sonrío.
Así es ella,
ella viene del mar.
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