Erató







recordé  como reías en una tarde amarilla,

tratando de ignorar

a un sol  risueño que  jugaba a darte colores,

y sacando tu lengua

a un viento clandestino que ondulaba tu vestido.



Sólo sabes de juegos, pensé

y sentí  la tristeza de quien se lleva las manos a los ojos.



Y no ve.



Y caminé mi dolor mientras tú reías

y cargué el peso de lo que sólo existe

en  la cabeza.


Pero tú que eres poesía al viento,

-no una torre de letras brumosas-

tomaste mi mano y la pusiste en tu cintura

y tus ojos brillantes me invitaron

al juego.



Sentí  la fina tela de tu vestido

emanando lo tibio de tu cuerpo,

y entendí

poco,

muy poco,


y me sentí  feliz,



más que el sol,

más que el viento.

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